martes, 21 de septiembre de 2010

Llamadas telefonicas

B está enamorado de X. Por supuesto, se trata de un amor desdichado. B, en una
época de su vida, estuvo dispuesto a hacer todo por X, más o menos lo mismo que piensan
y dicen todos los enamorados. X rompe con él. X rompe con él por teléfono. Al principio,
por supuesto, B sufre, pero a la larga, como es usual, se repone. La vida, como dicen en las
telenovelas, continúa. Pasan los años.

Una noche en que no tiene nada que hacer, B consigue, tras dos llamadas
telefónicas, ponerse en contacto con X. Ninguno de los dos es joven y eso se nota en sus
voces que cruzan España de una punta a la otra. Renace la amistad y al cabo de unos días
deciden reencontrarse. Ambas partes arrastran divorcios, nuevas enfermedades,
frustraciones. Cuando B toma el tren para dirigirse a la ciudad de X, aún no está
enamorado. El primer día lo pasan encerrados en casa de X, hablando de sus vidas (en
realidad quien habla es X, B escucha y de vez en cuando pregunta); por la noche X lo invita
a compartir su cama. B en el fondo no tiene ganas de acostarse con X, pero acepta. Por la
mañana, al despertar, B está enamorado otra vez. ¿Pero está enamorado de X o está
enamorado de la idea de estar enamorado? La relación es problemática e intensa: X cada
día bordea el suicidio, está en tratamiento psiquiátrico (pastillas, muchas pastillas que sin
embargo en nada la ayudan), llora a menudo y sin causa aparente. Así que B cuida a X. Sus
cuidados son cariñosos, diligentes, pero también son torpes. Sus cuidados remedan los
cuidados de un enamorado verdadero. B no tarda en darse cuenta de esto. Intenta que salga
de su depresión, pero sólo consigue llevar a X a un callejón sin salida o que X estima sin
salida. A veces, cuando está solo o cuando observa a X dormir, B también piensa que el
callejón no tiene salida. Intenta recordar a sus amores perdidos como una forma de
antídoto, intenta convencerse de que puede vivir sin X, de que puede salvarse solo. Una
noche X le pide que se marche y B coge el tren y abandona la ciudad. X va a la estación a
despedirlo. La despedida es afectuosa y desesperada. B viaja en litera pero no puede dormir
hasta muy tarde. Cuando por fin cae dormido sueña con un mono de nieve que camina por
el desierto. El camino del mono es limítrofe, abocado probablemente al fracaso. Pero el
mono prefiere no saberlo y su astucia se convierte en su voluntad: camina de noche, cuando
las estrellas heladas barren el desierto. Al despertar B cree comprender el significado del sueño (si lo tuviera) y es capaz de dirigirse a su casa con un mínimo consuelo.

Roberto Bolaño, Fragmento extraido del cuento Llamadas telefonicas

" Hoy no paso nada. Y si pasó algo es mejor callarlo, pues no lo entendí."

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