sábado, 25 de septiembre de 2010

Transparencias

Llevo caminado unos cuantos días, “poner la ciudad bajo tus pies” hubiera dicho Jerusalem.

Específicamente llevo caminando desde que me di cuenta que las cosas no iban bien. En mis distintas incursiones he podido deliberar que San Luis se me haría una ciudad hermosa si no hubiera nacido aquí. Hoy en especial di uno de esos paseos nocturnos que tanto me gustan, revise detenidamente los lugares simbólicos que me han marcado y los estudie un poco para ver si me seguían brindando esa comodidad que me dieron en épocas pasadas, empecé con mi banca favorita, esa que está en el jardín colon frente a una escuela donde siempre hay gente bailando de noche, me senté, saque mi libro de Rubén Darío y antes de que me diera cuenta ya me había leído casi la mitad, termine con la gallina degollada y me di por satisfecho, pase entonces por las escaleras del teatro de la paz, exclusivamente la sección que se encuentra frente una galería a la cual lamentablemente no he podido ir, me senté discretamente, alejándome de las parejas que me rodeaban, me fume un cigarrillo y mientras veía todo el bullicio de una plaza que siempre sentí y sentiré ajena me entro algo de pánico, esa sección de las escaleras ya no me pertenece, hui hacia san francisco con el consuelo de encontrarme con el árbol que tanto me gusta, con la fuente, con mi oasis urbano, lo encontré pulcro y ausente, después de un rato el me encontró a mí, nos reconciliamos, escribí algo bajo su tutela y me fui con una sonrisa en la cara. Zaragoza dije después, mi calle favorita, emprendí mi trayectoria rumbo a la nada, deteniéndome en cada recuerdo que veía para otorgarle una disculpa y darle un perdón, mientras me encontraba absorto por la profundidad de la calle se me cruzaron sus nombres por mi cabeza y ahí las vi, un amiga a la que ya no veo y otra que ya no me quiere ver, reaccione casi por instinto –Santa mierda– dije en voz alta, me di la vuelta, agache mi cabeza y emprendí mi viaje de regreso, quise correr pero lo único que conseguí fue entorpecer mi andar y cuando creí que el manto de la noche se me había aliado en mi escape escuche mi nombre, mi nombre como un disparo, me detuve herido de muerte, el temor se apodero de mí y me volví para verlas a ambas –Hola Uriel– Dijo Sindah –¿Parecía que querías huir de nosotras?– esbozo Lorena de esa forma tan afilada y al grano, yo murmure algo inentendible, creo que fue una especie de saludo por que tenía mi mano alzada y temblorosa, después entre tartamudeos inexplicables me digne a hablar –Algo así– creo que dije contestando a la pregunta de Lorena –¿Como estas? – Pregunto ella de forma reflexiva –Sinceramente, mal… hace unos días… termine con mi chava– Dije titubeando, lo siguientes segundos fueron turbios, no oí lo que dijeron a continuación, pues mi voz interna me estaba gritando cosas, me gritaba que les dijera que estaba destrozado, que tenía problemas, que las echaba de menos, pero no lo hice porque rápidamente mi trance fue interrumpido por ciertas palabras que aun me dejan pensando – Ya sabía…– Dijo Lorena pintando su sonrisa de siempre –Ella me lo dijo… y también me dijo otras cosas– Sinceramente el cuadro de Lorena teniendo una charla coloquial acerca de mi con Viridiana no se me figuraba muy real, se me hacía pintoresco y hasta soñado, como producto de algún macabro plan, aunque he pensado que si ellas dos se hubieran conocido en otras circunstancias se hubieran llevado muy bien – ¿Ah sí?– Mi discurso estaba muy falto de palabras, me volví ausentar, creo que no me podía sacar de la mente la escena de ellas dos charlando y más que nada el apartado que hizo Lorena sobre “otras cosas”, Cuando volví a poner atención en la realidad Lorena me estaba abrazando, moví mis labios, tenía ganas de decirle que la quería, que la extrañaba, que la necesitaba, quería abrazarla fuerte, apretarla, quería pensar que todo sería como era antes… no pude, solo coloque torpemente mis brazos alrededor de su espalda, después fingió que me mordía el hombro, instantáneamente me desato recuerdos, contextos y una variante de emociones que me puso adverso, “Mira Uriel, lo que las mujeres buscan es estabilidad, seguridad, alguien que está mal no puede estar con alguien que está peor… por eso lo corte” La aparte con tristeza, sentía que iba a reventar e inmediatamente saque un cigarrillo de mi bolsillo, lo encendí con velocidad y aspire el humo… tenía que salir de ahí –Uriel ¿No quieres venir a la casa? – me extendió Sindah un amable invitación, a veces te topas con gente tan buena que negarles su ayuda duele más que no haberla recibido nunca –No Sindah, será en otra ocasión– Me volví a ausentar, empezaba a sudar frio, tenía que salir de ahí corriendo, me despedí de ellas de forma automática, Sindah me dijo algo de vivir, no entendí que fue –Sobrevivir, de eso se trata la naturaleza humana– conteste, me separe de ellas, di dos o tres pasos, alce mi mano y sin voltear atrás dije –Suerte en la vida– y me fui, me fui lo más rápido que pude y no voltee atrás, cuando me halle a una buena distancia comencé a correr, cuando me detuve vomite –Al menos voy a enflacar– dije limpiándome el vomito de la boca, caí rendido sobre un banca que estaba al lado de mi, me encontraba casi a la mitad de la calzada de Guadalupe… me quede tranquilo unos minutos y tiempo después suspire –Necesito una cerveza–.

Más tarde me encontraba en los elfos, dos cigarros consumidos y una victoria a medias me delataban como un desahuciado social, los hits de los 80s que se transmitían por la tv me tenían demasiado ocupado como para pensar en lo que había ocurrido, cuando termine mi cerveza page y me fui, camino al auto me tropecé con mi hermano, el tipo estaba de lo más alegre, hablaba de un performance en el centro de las artes, de todo un éxito, hablaba de proyectos, de ideas y me contagio su felicidad, nos sentamos y charlamos durante un buen rato. –David… sabes cuál es mi problema– dije sin verlo, el se cayó y me dejo seguir hablando –Mi problema, es que desde que se lo que tengo, lo he visto como una enfermedad y he luchado con ella haciéndome mucho daño en el proceso, pero ahora sé que no es una enfermedad, sino una anormalidad, no estoy mal, solo soy diferente–… – ¿Vas a dejar tu tratamiento? – Lo mire con duda –Mi terapia psicológica no, las pastillas… no las volveré a tomar nunca… David… voy a revertir mi tratamiento– ante mi afirmación permaneció inmutable –Pero… ¿Cómo le vas a hacer con la gente? ¿No querías ser normal?–… –David, naci así, no puedo cambiarlo, tu sabes que intentar hacerlo me daña mucho, yo… solo quiero ser feliz como soy–… –Pero para ti ser feliz es estar casi aislado–… –Si así vivo bien, pues que así sea ¿No? – ambos nos reímos, seguimos hablando de cosas y finalmente optamos por irnos, cada cual en su respectivo vehículo.

Tome una desviación del camino que siempre tomo a mi casa y entre por cinco de mayo, ya era noche, me detuve en la esquina de la casa de Sindah y puse el auto en neutral, me asome por la ventana del coche y vi su balcón Iluminado… y recordé “¡Dices que estás perdiendo a tus amigos, pues yo te quería poner a disposición a los míos!”… “¡Tu eres muy listo, nada más que te gusta hacerte pendejo!”… –Si, tenias razón… me gusta hacerme pendejo… la gente como yo, no puede tener amigos– puse el motor en marcha y seguí mi camino.

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